miércoles, 17 de octubre de 2012

lunes, 12 de diciembre de 2011

Prólogo

Prólogo
El viento bramaba en plena noche transportando un aroma que cambiaría sus vidas para siempre.
Saya alzó la cabeza y olisqueó el aire. La bella criatura, de estatura media y aspecto humano salvo por los ojos de color rubí, parpadeó sorprendida. El mensaje era correcto: estaban allí. ¿O era una trampa? Sopesó las posibilidades y dijo fríamente:
Ocúltate entre los árboles. Detiene a quienquiera que venga…
Haji, su Caballero, que cargaba consigo su estuche de violonchelo y llevaba su garra descubierta, se puso en movimiento con rapidez, pasando a un lado de la Reina. Se dirigió deprisa hacia los arbustos  y se escondió sin demostrar ninguna emoción en su rostro.
Saya saltó hacia las ramas de un tupido árbol, y equilibrándose, buscó la pista. Estaba demasiado oscuro para la vista de un humano, pero para ella la tenue luz de la luna era como si el sol brillara entre los árboles; cada detalle resultaba nítido y claro para su escrutadora mirada. La dama se quedó en absoluto silencio sosteniendo una larga espada en la mano. Un cristal carmesí adornaba el mango, y su filo era perfecto para matar cualquier criatura.
El caballero no tenía tan buena vista como la Reina, pero aun así sus ojos detallaban en la oscuridad mejor que los de un humano.
El ululato de un búho desgarró el silencio de la noche, y nadie se tranquilizó hasta que el ave se alejó volando. Haji piso una ramita y Saya siseó enfadada.
Ambos reprimieron la impaciencia a medida que los minutos se les hacían horas, puesto que el aroma debía de haber sido impulsado por el viento desde lejos precediendo a los que lo esparcían. Se quedó acechando como un felino sobre el árbol, hasta que otra ráfaga de viento llegó a través del bosque, y esta vez el aroma era más fuerte. Entusiasmada, Saya hizo una mueca, revelando la punta de unos filosos colmillos.
Prepárate—murmuró, temblándole todo el cuerpo. 
Unas manchas, apenas perceptibles en la oscuridad, avanzaban entre los árboles. Tres monstruos de tamaño grotesco se abrieron paso entre el bosque, siguiendo sus instintos, que los guiaban hacia aquella sangre que les podría dar vida. Los tres tenían una forma similar a la de un murciélago gigante.
Saya sonrió con arrogancia y de un salto, se paró frente a los monstruos  que, sorprendidos, rugieron.  Los 3 pares de ojos brillaron como el fuego, y se lanzaron sobre la chica, por cuyas venas corría la sangre contraría a la sangre que los había creado. La dama rio, encantada, mientras esquivaba todos los golpes que aquellos seres trataban de propinarle.
Cortándose el pulgar, la sangre fluyo por toda la espada, mientras Saya se movía con gracia y cortaba en dos a uno de los monstruos, y éste se cristalizaba. Haji salto y una daga de plata se enterró en el ojo de otra de las criaturas. La Reina mató a los dos restantes con rapidez y precisión.
Al voltearse, Saya quedó estática, al ver a 10 personas, mirándola con sorpresa. Eran hermosos, tanto los hombres como las mujeres, y la Reina se sonrojó al ver la mirada de fervor con que la observaban los 6 chicos. Dos de ellos eran rubios, uno de ojos verdes y el otro de ojos turquesa. Otro era castaño y de ojos del color del vino. Otro tenía el cabello y los ojos de un tono broncíneo. Otro tenía el cabello plateado y ojos lila.  Y el último tenía el cabello de un extraño tono castaño y ojos grises. Las chicas eran 4. Una tenía los ojos y el cabello castaños. Otra tenía el cabello de un rubio ceniza y ojos grises. La otra tenía el cabello rubio y también tenía ojos grises. La última tenía el pelo y los ojos de un color plata.
Los ojos de Saya se volvieron de un castaño rojizo, frente a los ojos estupefactos de las diez  personas presentes. Haji se situó a su lado, con una actitud defensiva.
La luna brillaba blanca sobre sus cabezas, y fue testigo del primer encuentro entre vampiros y quirópteros.